Viaje con nosotros, si quiere gozar

Recientemente, tuve el placer de viajar en avión con una compañía low cost, esa modalidad de transporte tan moderna consistente en transportar personas a un nivel ligeramente inferior al transporte de mercancías y de ganado. 
Seguramente, más de uno pensará que por los precios irrisorios que se pagan, no se puede exigir nada y hay que agradecer que el transporte no se produzca mediante una patada en el culo que nos teletransporte al lugar de destino. Yo siento discrepar. Cada empresa diseña sus productos y les fija un precio rentable, y a cambio tiene la obligación de servir el producto comprado con todas las prestaciones básicas incluidas, que en mi opinión, en el caso de un vuelo, comprenden no sólo el transporte de un lugar a otro, sino también el cumplimiento de horarios, la asignación de un asiento, el uso del aseo a bordo y el transporte del equipaje personal básico. Entiendo que el billete no tiene por qué incluir comida o bebida, o la posibilidad de elegir un asiento concreto, pero creo que el afán de obtener ingresos adicionales a base de putear al viajero va un poco demasiado lejos.
En este vuelo concreto del que hablo, salimos con 1 hora de retraso por razones inescrutables; mi negativa a pagar por la asignación de un asiento tuvo como consecuencia 15 filas de distancia con mi pareja, y el primer vuelo de mi vida en que el asiento de delante no tenía un mal bolsillo en el que meter, por ejemplo, un botellín de agua.
Unos cuantos meses antes, tuve el placer de tomar un vuelo que salió con 2 1/2 horas de retraso, también sin ningún motivo real, razón por la cual tuve que pagar un taxi al llegar al destino, en lugar del autobús previsto, lo cual me costó 20€, más o menos lo mismo que había pagado por el vuelo. Mi reclamación al respecto fue respondida 5 meses más tarde y consistió en 'ajo y agua'. Total, ningún organismo ni gobierno va a obligar a estos piratas del aire a asumir responsabilidades por los perjuicios causados a sus clientes, que en determinados destinos son rehenes de una o dos compañías que se reparten el monopolio del trayecto, y al cliente no le queda otra que acabar yendo a morir a la misma compañía si vuelve a tener el deseo, o la necesidad de, por ejemplo, salir de una isla. 
En este estado de cosas, no me ruboriza confesar que, cuando me entero de que alguna de estas compañías quiebra, aunque lo siento por el personal, mayormente explotado y esclavizado, no puedo evitar reirme por lo bajini.
Disfruten de su viaje. 

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