Party Hunters

Dejando aparte festejos locales poco conocidos allende las fronteras del municipio, empezamos el año con el Carnaval, y luego vienen las Fallas, la Feria de Abril, la Semana Santa, la Romería del Rocío, San Juan, los Sanfermines, Moros y Cristianos, festivales musicales surtidos, el día de Santiago y un rosario de romerías, peregrinajes, cucañas, diadas, procesiones y rituales diversos de maltrato animal, todos regados y aderezados con la bebida y la comida típicas de cada lugar y momento.
Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha aprovechado cualquier ocasión para festejar, desmelenarse y hacer cosas que no hace el resto del año. O al menos, no en público. Por regla general, cada uno y cada una ama y respeta las tradiciones de su lugar de origen, y en ocasiones viajan muchos kilómetros para poder participar en el jolgorio local de cada año. Ahora bien, desde que viajar se ha popularizado, Curro se va al Caribe y hay vuelos que cuestan menos que el café que te tomas en el aeropuerto, existe la figura del 'Party hunter' (cazador de fiestas): individuo hedonista y generalmente descerebrado, aburrido de su vida cotidiana (¿y quién no?) que se dedica a vagar de fiesta en fiesta con la única finalidad de desmadrarse, emborracharse hasta la inconsciencia, ponerse en ridículo en plena calle y ligar con alguna persona desconocida a la que, con un poco de suerte, nunca volverán a ver. Y, si no pueden ligar con nadie que se deje, siempre pueden coaccionar a alguna víctima propicia con ayuda de algunos amigos o de alguna droga de diseño.
Como todo lo demás en la era de la globalización, han surgido destinos especializados, 'fucking paradises' (jodidos paraísos) que viven del turismo por elección u obligación, y se han especializado en el turismo de borrachera. Uno puede preguntarse por qué hordas de guiris se montan en aviones para hacer en Magaluf o en Lloret de Mar lo mismo que podrían hacer en su casa. Supongo que la respuesta es que en su casa no podrían hacer lo mismo. O no tan barato. Así, adolescentes que en su país no pueden acceder al alcohol y tienen que fichar en casa a las diez, viajan miles de kilómetros para pasar la noche en vela de discoteca en discoteca, y adultos acostumbrados a pagar 5€ por una pinta de cerveza, en España obtienen un Cuba litro (de garrafón) por el mismo precio. Pero eso sí, en estos destinos la juerga dura todo el año y no se pone de excusa a ningún santo. De hecho, en vista de que el santoral trae al pairo a todo quisque, creo que sería una idea consagrar las fiestas a cualquier bebida alcohólica en lugar de al santo de turno, como hacen los alemanes, siempre tan consecuentes ellos, al llamar Fiesta de la Cerveza a un evento que consiste, básicamente, en beber cerveza. A lo mejor en un futuro se conoce la Feria de Abril como la Feria del Rebujito, las fiestas de San Juan en Menorca como 'Pomada Party', y los Sanfermines como San Kalimocho.
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