Muerte por lista de espera

Dicen las estadísticas que las principales causas de muerte en España son las dolencias del corazón, las afecciones respiratorias, los accidentes de tráfico o incluso los suicidios. Curiosamente, en estos listados nunca se nombra la que, en mi opinión, es la principal causa de muerte entre los Pirineos y Gibraltar: las listas de espera.
En este tan cacareado "Estado del bienestar" (para algunos más que otros), las competencias de sanidad son potestad de las Comunidades Autónomas, y en todas ellas existen listas de espera que, por supuesto, no se comunican entre sí. Las tarjetas sanitarias, que se crearon hace una década alegando que servirían para guardar los datos y la historia clínica de cada paciente, para que cualquier centro médico u hospital en cualquier lugar de España pudiera acceder en caso de emergencia, en realidad no superan el ámbito municipal y para aquellas personas cuyo oficio implique frecuentes cambios de domicilio, la obtención de un diagnóstico y asignación de un tratamiento puede extenderse durante años, ya que el sistema sanitario no contempla que un centro realice pruebas médicas que han sido solicitadas por un facultativo no asignado a dicho centro, por lo que cada traslado implica reiniciar el proceso y pasar de nuevo al final de la lista de espera.
En cierta Comunidad Autónoma, la consejería de sanidad anunció a bombo y platillo que ningún paciente esperaría más de un mes para acudir a su cita, y desde entonces no se dan citas a más de un mes vista. Así, el paciente no pasa meses esperando a acudir a su cita, sino esperando a obtener dicha cita. Sólo un juego de palabras, si no fuera porque juega con la salud de las personas.
Conozco un hospital que dispone de todo un departamento de concertación de citas: 4 flamantes despachos en la primera planta, atendidos durante 12 horas al día por eficientes señoras cuya función, no obstante, no es la de asignar citas, sino sólo tomar nota de los datos del paciente y asegurarle que su cita les será asignada en un futuro indeterminado por teléfono, si lo tiene, y nunca si no lo tiene, ya que el hospital no contempla otro medio de comunicación de citas.
Soy consciente de que la finalidad de este sistema es derivar el máximo posible de pacientes a la sanidad privada, atendida mayoritariamente por los mismos médicos de la Seguridad Social, a cambio de un módico precio. Todo queda en casa, salvo el dinero del paciente, y todos contentos, excepto aquéllos que no disponen de medios con los que costearse la medicina privada, que suelen ser pensionistas, niños y enfermos crónicos. Es decir: precisamente, los que más lo necesitan.
Hoy en día, la mayor parte de las enfermedades mortales pueden curarse o paliarse, si se diagnostican y tratan en su etapa inicial. La asociación de afectados por enfermedades raras denuncia que sus dolencias tardan una media de 10 años en diagnosticarse. Finalmente, los pacientes se mueren esperando una operación, un tratamiento o simplemente, un diagnóstico, o se suicidan para evitar un sufrimiento propio o ajeno a causa de una enfermedad, y las estadísticas dicen que han muerto de una cardiopatía, un cáncer o un suicidio, cuando en realidad, la causa de la muerte ha sido la lista de espera.


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