Año nuevo, ¿vida nueva?

Apenas hemos sobrevivido a la Navidad, ya nos acecha el próximo reto: El año nuevo está a la vuelta de la esquina y hemos de terminar nuestra lista de propósitos y deseos. No es de extrañar que, quien más, quien menos, ande estresado en estas fechas en que, digerido a medias el atracón de amor y regalos y el reencuentro con parientes remotos, nos sentimos obligados a hacer promesa de Boy Scout sobre el abandono inminente de nuestros vicios, la inscripción vitalicia al gimnasio de la esquina y la alimentación a base de sopa de apio durante todo el año siguiente.
Siento ser aguafiestas, pero la experiencia y mis dotes de observación me confirman que el simple cambio de calendario no es capaz de obrar el milagro de cambiar algo que, a pesar de depender de nosotros mismos, no hemos sido capaces de cambiar durante todo el año anterior. Si no me creéis, haced la prueba: anotad vuestros propósitos de año nuevo, guardad la hoja en un cajón y revisadla a final de año. Es casi seguro que podréis reutilizarla para el año siguiente. Si a esto le añadimos la ley cósmica de que los planes rara vez se cumplen, porque el hombre propone, y Diós, el karma y a veces, hasta el casero, disponen, me perdonaréis que este año renuncie a hacer ningún propósito solemne.
Puedo, eso sí, formular algún deseo, ya que éstos dependen del azar, y puedo echarle la culpa a la mala suerte si no se cumplen. Por ejemplo, deseo que en 2019 toda la clase política de España decida auto exiliarse al reino de Muy, muy lejos y una vez allí, se queden y dejen de dar por saco, a diferencia de algunos políticos que, a pesar de haberse auto exiliado, dan más por saco que nunca. También deseo dejar de escuchar noticias sobre mujeres asesinadas, ancianos desahuciados y mascotas abandonadas, y que el programa Gran Hermano y similares se jubilen anticipadamente. Que los medicamentos se distribuyan gratuitamente a todo el que los necesite, que callen los que no tienen nada que decir, y se escuche a los que sí lo tienen, y lo hacen. Que el fútbol deje de ocupar la mitad del tiempo de los telediarios, y que se abula el amarillo, del que se ha abusado en exceso este año para reivindicar causas diversas sobre las que, seguramente, nadie le pidió opinión al color.
Deseo de todo corazón que se cumplan estas peticiones y, si no lo hacen, las repetiré el año que viene, a ver si el karma decide concedérmelas. Total, estamos acostumbrados a que la suerte pase de largo.
¡Feliz año nuevo a todos!

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