Monopoly

Mi juego de mesa favorito durante mi infancia y adolescencia era el Monopoly. Seguro que todos conocéis este juego,  prohibido en paises comunistas por razones obvias, consistente en crear un imperio inmobiliario, para posteriormente obligar a cualquier pobre infeliz que permanezca en la casilla urbanizada a pagar cantidades más o menos desorbitadas según el número de propiedades que posea el mismo dueño. El juego termina cuando todos los jugadores se arruinan, excepto uno, que se erige como vencedor.
Dejada atrás mi infancia y adolescencia, observo que este juego sigue estando de rabiosa actualidad, en la vida real, y que el precio a pagar por un sitio en el que vivir, ya sea de alquiler o de compra, sigue subiendo y subiendo hasta acabar arruinando a todos los jugadores.
La constitución española dice que 'todos los ciudadanos tienen derecho a una vivienda digna', pero no hace falta ser abogado ni economista para darse cuenta de que la declaración de un derecho, sin medidas de control para garantizarlo, no es más que papel mojado. Si el acceso a la vivienda es de libre mercado, y un español mileurista debe competir con un suizo cuyo sueldo quintuplica al del español, un millonario norteamericano que tiene el capricho de una residencia de vacaciones en la costa mediterránea o un fondo de inversiones chino que busca rentabilidad en la explotación inmobiliaria, está claro quién tiene las de perder.
Los derechos básicos sólo pueden garantizarse con medidas de control, y por eso las autoridades españolas regulan los precios de la energía y los medicamentos y el acceso a la educación y a la sanidad pública, mientras cualquier propietario de una vivienda sólo está sujeto a la ley del mejor postor. En algunos paises del mundo, como por ejemplo Bali, Rusia o Suiza, no existe el libre mercado inmobiliario. Para adquirir una vivienda, es necesario ser residente o afrontar impuestos que igualen las oportunidades. En cambio, en España andamos tan ocupados organizando finales futbolísticas ajenas, discutiendo la definición de preso político y feminizando palabras que siempre fueron masculinas que la única ley que se aplica al derecho a una vivienda digna es la de 'tonto el último'.
El juego del Monopoly termina con la proclamación como vencedor al que ha conseguido arruinar al resto de participantes. En la vida real, ese vencedor se arruinaría poco después por no disponer de clientes con poder adquisitivo para comprar sus productos. Pero, mientras el mercado objetivo sea todo el mundo mundial, ¿quién teme al Lobo Feroz? Siempre habrá alguien suficientemente rico o suficientemente desesperado para pagar cualquier precio, por desorbitado que sea. 

Comentarios

  1. Totalment d'acord. Si no es prenen mesures, el que diu la Constitució queda en paper mullat i ranci. És que no és suficient que hi hagi suicidis per desnonaments? Quants en fan falta per que es modifiqui la legislació?

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