El muerto itinerante

Esta piel de toro que me vio nacer anda desde hace unos meses bastante agitada a cuenta de un cadáver cuadragenario al que muchos no quieren dejar descansar en paz.
Dicen que el difunto fue responsable de que cientos de miles de personas y sus familias aún no hayan podido descansar en paz, y por lo tanto, esperan compensarlo a base de cambiar sus huesos de sitio.
Los partidarios del traslado, que en su mayoría sólo conocen al finado de oídas, dicen que fue un dictador y un tirano, y por lo tanto no merece yacer en un lugar privilegiado en el que sus seguidores puedan visitar su tumba.
Mi primera reflexión al respecto es que, si se pone de moda esto de pasear cadáveres que conmemoran barbaries, va a acabar siendo un nicho de negocio rentable. 'Desentierros Fernández: ¿algún muerto le molesta? Llámenos y en un periquete se lo cambiamos de sitio'. Mercado habría, podrían empezar por desenterrar a los faraones, tan tiranos que hasta se consideraban dioses, de las Pirámides de Egipto, seguir con los mayas sacrificados a los pies del Machu Pichu (sin duda, otra animalada) y terminar por sacar a los Reyes Católicos de su sepulcro en la Capilla Real de Granada. Al fin y al cabo, fueron los mayores genocidas de la historia de España. Y no nombro a algún que otro Papa que llamó Cruzada a la masacre de ciudades enteras por falta de espacio. Al final, resultará que Hitler tuvo suerte de quedar sepultado en su búnker en Berlin y que sus restos nunca llegaran a identificarse.
Personalmente, pienso que un muerto ni siente ni padece, y que no importa gran cosa lo que pase con sus restos mortales, pero está claro que, de momento, esta disputa lo que está consiguiendo es dar más protagonismo que nunca a un cadáver que muchos no conocían y muchos otros ya habían olvidado. Es una pena que en el s. XXI y en un pais 'democrático' se considere la denominación de una ideología política determinada como un insulto, y se busque sanar heridas pasadas a base de trasladar muertos.
Juana I, reina de Castilla y posteriormente, también de Aragón, pasó a la historia como Juana la Loca por pasarse meses paseando a su difunto esposo a lo largo y ancho de Castilla. Es una pena no poder estar aquí dentro de cien años para poder saber cómo recuerda la historia al político que ha promovido la idea del cadáver itinerante.

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